domingo, 13 de julio de 2008

¿Qué hacemos con nuestras vidas?

Cuando tenemos sed o cuando vamos a lavarnos la cara en la mañana, ¿qué es lo que de veras necesitamos? ¿El agua o el grifo? La pregunta sobre el agua y la canilla podría extenderse a numerosos rubros de la vida cotidiana. ¿Necesitamos comunicarnos o un movil que tome fotos, emita música y adivine que número deseamos marcar? ¿Necesitamos ponernos en contacto con otro ser humano o perdernos en la maraña de un chateo multitudinario? ¿Necesitamos transportarnos o un auto que bata las marcas mundiales de velocidad y cuya potencia, aunque lo usemos sólo en la ciudad, sea la de un avión Jumbo? ¿Necesitamos la información que nos es útil o toda la que se nos ofrece torrencialmente? ¿Necesitamos ver una película, que nos alimente estética, emocional o intelectualmente o sólo bajar de Internet todos las pelicúlas posibles y verlas una detrás de otra hasta no recordar ni la trama ni las imágenes de la mayoría de ellas? ¿Necesitamos comunicarnos cuando de ello depende algo esencial o poseer un artefacto que nos salve del silencio y de la intimidad las veinticuatro horas del día, en cualquier momento y en cualquier lugar? ¿Necesitamos escuchar música o atosigarnos de ruido sólo porque es fácil acceder a él? Un caso es el del holandés Jil Van Eyle, quien además de asesorar al director técnico del Barcelona, Frank Rikjaard, es el creador del proyecto Teaming, dedicado a recoger fondo para diversas ONG del mundo. Hoy Van Eyle tiene 39 años y hasta los 33 era un asesor mimado de grandes corporaciones. Entonces nació Mónica, su primera hija, afectada de hidrocefalia. No había esperanzas para ella, se le pronosticaba una pronta muerte. Van Eyle no se resignó, luchó por la niña a pesar del escepticismo médico. Mónica sobrevivió, es sorda, ve poco, pero ha comenzado a caminar, sonríe, se comunica. “Hasta hace diez años, confiesa Van Eyle con coraje, yo era un idiota redomado. Sólo me importaba mi carrera, ganar dinero y tener un coche caro. Sufría si el auto de un amigo o un colega era mejor que el mío. Así como me había prometido ser millonario, a partir de Mónica me juré que sería el mejor padre del mundo. Ella me enseñó a darle sentido a mi vida y una vida con sentido es una vida útil. Hoy no tengo coche, pero no me siento solo, como cuando corría tras los millones. Vivo comunicado con los demás, eso es lo que necesitamos los seres humanos”. La comunicación se esfuma cuando los casi dos millones y medio de cuentas de correo electrónico que existen en el país portan un 90 por ciento de spam (mensajes basura) o de mensajes prescindibles, o cuando los 20 millones de teléfonos celulares que circulan por el país son a menudo, como advierten los estudiosos del comportamiento social, interruptores u obstáculo de la comunicación personal, ya que siempre tienen prioridad sobre la presencia del interlocutor de carne y hueso. Lo que nació como una herramienta de gran utilidad en emergencias o para contactos necesarios e imposibles hasta entonces, amenaza ahora con ser el “ruido” que impide la comunicación. Una verdadera paradoja. En el Tibet existe este dicho milenario: “Si quieres conocer el futuro, mira el presente”. Se puede traducir en las siguientes preguntas: ¿Están nuestros esfuerzos en lo que de veras importa y trasciende? ¿Estamos comunicados con la voz de nuestro corazón y con la mirada de nuestros seres queridos? ¿Estamos atendiendo a nuestras necesidades o somos presa de nuestros deseos? ¿Estamos viviendo una vida elegida, o sólo la que se nos induce a vivir? La escritora italiana Susana Tamaro (autora de Donde el corazón te lleve, un libro profundamente reflexivo que ya alcanzó nueve millones de ejemplares en el mundo) ha dicho : “La tendencia de convertir al hombre en una máquina sin alma ha creado el efecto contrario. Las personas sentimos nostalgia de cosas esenciales, de vida interior, y nos revelamos a la dictadura del materialismo. La vida es algo más que comprar o drogarse. Hay una realidad más misteriosa y profunda, la realidad espiritual. Aparentar y vivir son considerados sinónimos, pero no es así”. Esa realidad espiritual, esas necesidades del alma, el encuentro con los otros, el tiempo para el diálogo y la caricia, para la mirada y el registro, para sentir y transmitir, son el agua. Todo lo demás es grifería. Mejor o peor diseñada, más cara o más barata, más ostentosa o más minimalista. Sólo grifería. Es útil. Pero lo necesario es el agua. Por Sergio Sinay (Este artículo se publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, el 14/01/07)

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